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El Gobierno De Si Mismo - 1951

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Antonio Eymieu SJ
EL GOVIERNO DE SI MISMO - 1951

" A.- ¿Será verdad, como se dice comúnmente, que el corazón es quien malea la cabeza? - Con frecuencia sí; pero siempre que esto sucede, la cabeza ha maleado de antemano el corazón, y por lo tanto de ella es la culpa, tanto más cuanto que ha sido también ella la que "ha empezado".
En resumen, el corazón, y bajo este nombre comprendo toda la sensibilidad de nuestro ser, todo este secreto afán que empuja nuestra naturaleza hacia la felicidad, el corazón, repito, no hace más que cumplir con su oficio, sea cual fuere lo que haga y a donde quiera se dirija. Si se desvía, acháquese esto a la cabeza, cúlpese a la razón porque no ha cumplido con su deber. Oficio es del vapor empujar el pistón, cualquiera sea la válvula que se le abra; y con todo, si descarrila o estalla la máquina, no es de ella de quien hemos de quejarnos, aunque destroce al maquinista. Este podía y debía moderar la tensión del vapor o calcular su fuerza; y si la máquina le "ha herido", es porque él de antemano la rigió descuidadamente. El corazón, como el vapor, es una fuerza ciega; y oficio es de la cabeza el dirigirla. Seres hay, los brutos, que están montados, si vale la palabra, mecánicamente, como un reloj, y recorren todo el trayecto de su vida reglados por el instinto, como aquél hasta acabar su cuerda. Pero así como en el hombre, cuyos destinos superan la actividad de sus órganos, no es el instinto la regla de su vida, porque es libre, de la misma manera, lo que empuja a la locomotora no es únicamente la expansión del vapor, ya que su fin no es sólo servir para algo más que a sí propia, sino adaptarse a mil y mil circunstancias. El vapor, produciendo su fuerza, es fatal y empuja hacia adelante o hacia atrás, hacia la derecha o hacia la izquierda, poco le importa; y por esto precisamente, porque es ciego y fatal, necesita una dirección, y a ella se sujeta sin dificultad alguna. Aplicad un ligero esfuerzo bien calculado a una palanca, llave o timón, y los vagones se deslizarán por los rieles hacia su destino, v las embarcaciones trazarán sin peligro alguno sus estelas sinuosas, ora a lo largo de nuestros ríos, ora a través de los océanos, hasta besar dócilmente los embarcaderos. Pero si después de haber dado "

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