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Obra del artista José Luis Ramirez, óleo sobre tela, medidas 70 cm x 120 cm. Año de Creación 2005, se incluye su certificado de autenticidad.
Cuca la quedada
Cuca era el tipo de mujer que pasa desapercibida en las reuniones, esa que se quedaba en la esquina mientras el bullicio y las risas rebotaban por la sala. Tenía una mirada dura, como si hubiera visto demasiado, pero nunca contaba nada. Era una figura oscura, intangible. A los 35 seguía sola, no porque no la quisieran, sino porque ella no quería a nadie. Decían que tenía secretos, que algo la había marcado, pero nadie sabía qué. Sólo estaba ahí, como una mancha en la pared que ya ni se nota.
Cuando el pintor la vio, supo que tenía que capturar esa energía extraña, esa soledad palpable. La pintó como la sentía, sin retoques, sin florituras. La imagen muestra sus labios ligeramente fruncidos, como si estuviera a punto de contar una verdad que nadie quiere oír. Y luego, esa manzana suspendida en el aire, intacta... y la otra, mordida hasta el final, como si alguien hubiera tomado lo que ella nunca dejó tomar. El tiempo atrapado en un reloj sin manecillas.
El cuadro te habla si sabes escuchar. Te cuenta una historia de decisiones no tomadas, de amores que se quedaron en el aire como la manzana que aún cuelga, intacta. Cuca, la mujer que pudo ser, pero nunca fue. Cuca, la quedada.
Es un cuadro para aquellos que entienden la soledad, para los que alguna vez sintieron que el mundo sigue adelante sin ellos, para los que alguna vez pensaron en lo que pudo haber sido, pero nunca será. Cuca no se vende fácil, porque no es para cualquiera. Pero aquel que lo entienda, sabrá que se está llevando algo más que una pintura: se lleva una vida atrapada en el lienzo, una vida que, aunque inmóvil, sigue gritando.
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