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Los pueblos nómadas, los nativos americanos y los primeros curanderos ancestrales creían que comer los órganos de un animal sano fortalecería y apoyaría la salud del órgano correspondiente del individuo. Nuestros antepasados estaban en contacto constante con el reino animal y sabían que había algo profundamente rejuvenecedor en la placenta que hacía que incluso los herbívoros, como las vacas, las ovejas y los ciervos, la consumieran en estado salvaje. Durante el embarazo, los requerimientos calóricos diarios de la madre aumentan. A medida que el feto y la placenta crecen, necesitan más proteínas, grasas omega-3, hierro, colesterol, selenio, folato, vitamina D3, vitaminas B y micronutrientes específicos. Muchos de estos componentes básicos de la nutrición se reciclan cada vez que se consume la placenta. La placenta contiene células madre y proteínas que se expresan exclusivamente en el tejido placentario para nutrir al feto en crecimiento, además de hierro hemo, vitaminas D3, B6 (piridoxal), B12 (cobalamina), oligoelementos esenciales selenio y calcio, neuropéptidos, cofactores y precursores, y CRH, una sustancia química que el cuerpo necesita para regular el estrés y producir endorfinas, que ayudan a controlar el estado de ánimo.* Hecho de placenta de vaca rica en nutrientes, suplementos ancestrales las cápsulas pueden servir como suplemento posparto y lactancia, suplemento de apoyo hepático e incluso como suplementos para la menopausia para mujeres, con Es posible un apoyo adicional para la elasticidad de la piel, el estado de ánimo positivo, la función inmunológica, el sistema nervioso y la función cognitiva, y más.
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