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En la cocina, se utiliza como alternativa más saludable a los aceites vegetales convencionales. Sus ácidos grasos de cadena media pueden metabolizarse fácilmente en energía, y su resistencia a altas temperaturas lo hace ideal para cocinar y freír. Además, su sabor a coco puede realzar el perfil de sabor de los alimentos.
Antioxidantes: tiene propiedades antioxidantes ya que es muy estable y reduce la necesidad de vitamina E, al contrario de otros tipos de aceites que generan una deficiencia de ésta. Algunos estudios indican que el aceite de coco mejora la habilidad del cuerpo para utilizar los ácidos grasos Omega 3.
Glicemia: el consumo habitual de aceite de coco permite pasar varias horas sin tener qué comer y mantener una adecuada cantidad de azúcar en la sangre, evitando así, síntomas de hipoglicemia.
Glándula tiroides: algunas grasas insaturadas y cocinadas generan una baja en el metabolismo, contribuyendo a la aparición de síntomas hipotiroideos y el aumento de peso. El aceite de coco utilizado con regularidad ayuda a restablecer el funcionamiento de la tiroides y acelera el metabolismo, contribuyendo a la pérdida de peso.
En el cuidado personal, el aceite de coco virgen es apreciado por sus cualidades hidratantes. Se aplica en la piel como humectante natural y protector, así como para tratar afecciones cutáneas como la sequedad y el enrojecimiento. También se utiliza en la preparación de bálsamos labiales, lociones y productos para el cabello.
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