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Exponernos a los campos mórficos de las especies vegetales puede ayudarnos a conocer la conexión que existe entre un punto en la tierra y otro en el cielo, los mapas terrestres y celestiales que de tanto en tanto son revelados ante nuestra necesidad de conectar y conectarnos hacen que podamos reconocer aquellos pequeños desajustes producidos en la integridad de nuestro campo electro-magnético o comúnmente conocido como aura.
El aura de nuestros cuerpos físico, emocional y espiritual trae como referencia a un cuarto cuerpo siempre presente en nuestro entorno inmediato, asistiendo cada vez que se lo es requerido. El ángel de la guarda y nuestros guías están en conocimiento de la verdad que nos subyace e interpela, es posible recurrir a ellos para que mediante señales develan lo que necesitamos saber para estar mejor, para estar bien.
Ahora, ¿cómo contactarnos si en lo cotidiano no estamos acostumbrados a conversar fluidamente con ellos? Al parecer, en mi experiencia, en el silencio de la naturaleza es posible escuchar, ver, sentir de distintas maneras los mensajes que hay para nosotros, las formas a través de las cuales podemos acercarnos al proceso de nuestra verdad. Aceptar e integrar para así, saltar a niveles de conciencia superior al que nos encontramos hoy.
Volviendo a los árboles, cada uno tiene una energía especial, cada uno puede hacernos bailar de una manera diferente y en el ritmo de su sabia, encontrar las respuestas a que a veces ni siquiera nos habíamos hecho.
¿Cómo? Podríamos empezar por cuidar a un árbol, mirar a los árboles, tocarlos desde la base hasta lo más alto que lleguemos con nuestras manos, cabeza, cabello y ojos. Buscando en el silencio de los árboles eso que necesitamos saber. ¿Te animas?
Echa un vistazo al Podcast Ecosanación y Neuropsicología para más descripciones.
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